Yoga y los ángeles cambiaron mi vida – Parte 1

Cambié mi vida gracias al yoga y mi relación con los ángeles y seres de luz. No es choro, no es mercadotecnia, es neta. La verdad de las cosas es que cambié mi vida en gran medida gracias a ambos. A la práctica de yoga, a la filosofía de yoga, pero creo que más que nada a la disciplina de yoga. Porque esto va más allá de una clase en la que haces dos tres contorsiones, sudas y cantas cosas raras.

Yoga se vive dentro y fuera del tapete. Cuando te dejas, te inunda, te embriaga y te cambia la manera de ver las cosas. ¡Me encanta! Y claro está, los angelitos han sido parte crucial de este cambio.

Yoga - aprendes en el caminoQuiero de verdad compartir con ustedes mi camino, la forma en que reacomodé mi vida gracias al yoga (y otros procesos que les iré contando, donde entran los ángeles). No los quiero aburrir con mi choro de vida. Más bien les quiero platicar cómo he cambiado de estar cañonamente deprimida, en un trabajo que ya no disfrutaba, en una relación que sentía estancada, con un sobrepeso que nunca vi instalarse, a quien soy hoy.

Hoy me considero una mujer perfectamente imperfecta. Con mood swings que dan miedo, antojos brutales de chocolate, ganas de divertirme, problemas emocionales y de relaciones… como todos. Pero contenta. Amo mi trabajo, amo mis subidas y bajadas de energía, mis tribulaciones económicas y de salud, mis broncas familiares. Hoy abrazo todo lo que soy. Hoy cuido mi cuerpo con alimentación, ejercicio, descanso (ok, ese me falla a veces) y meditación. Hoy sigo creciendo, pero hoy me esfuerzo por hoy ser feliz. Hoy. Día con día.

Pero para no aburrirlos con mi novela, se los cuento por partes. Aquí les va la primera:

Yoga – iniciando el camino

La verdad, no me acuerdo cuándo empecé a escuchar de yoga, tener interés por practicarlo. Pero justo el otro día me estaba acordando de que cuando tenía como 20, en unas vacaciones que hicimos en Tequis, una amiga que era instructora se iba al campo de golf tempranito a hacer su práctica y yo pensé “¡qué chido! me gustaría hacer eso algún día…”

En 2009 empecé a practicar yoga en Cancún, en Yoga de Todos, un grupo que se reunía dos o tres veces a la semana en aquel entonces en el km 0, a la entrada de la zona hotelera. Empecé en el pasto todo disparejo, tomando clases gratis, primero sin tapete, de plano así en toalla, con los coches llenos de gente que nos veía con cara de “what” pasando a un lado. Era la onda.

Por supuesto que le agarré el gusto. Los primeros días, de tanto perro boca abajo me dolían un buen los hombros, la espalda… De tanto guerrero, las piernas. No sabía que estaba haciendo tanto ejercicio como para que me doliera todo. ¡Salía tan relajada de las clases! Empecé a entender por qué el yoga era tan sonado, tan recomendado.

Pero es cosa de prioridades

escucha a tu cuerpoA mis clases de Yoga de Todos tuve que dejar de ir cuando entré a trabajar en un hotel y me ponían horarios locochones, bien variados. A veces podía ir, a veces no. Me volví super irregular. Pero aún las recordaba, las recomendaba. A cuanta persona veía le platicaba que hacer yoga me había servido un buen.

De vez en cuando hacía yoga en casa con podcasts o videos de YouTube, pero extrañaba las clases… Y así pasó el tiempo. Me casé (ahora ya me separé), cambié de trabajo un par de veces (con el paso de los años) y en ocasiones me acomodaban los tiempos para llegar a las clases y otras no. Subí de peso. Y seguí subiendo y seguí subiendo. 20-30 kilos arriba de mi peso ideal. Hoy en día comprendo que no era cuestión de “no tener tiempo”, era cuestión de prioridades.

Me metí a un gimnasio donde también daban clases de yoga y fui a una que otra. Pero mi mente y mi intención estaban en otro lado. Aunque apliqué el típico de pagar el año por adelantado para no faltar, casi no fui al gym ese año.

Aun así, la filosofía del yoga, el interés por la espiritualidad, el conocimiento de los chakras, la respiración, mantras, guías, seres de luz… Todo eso ya lo tenía presente y medianamente activo cuando pasó lo que me sacudió en serio.

La experiencia que me sacudió – Amor y un ángel de la Muerte

Ese año, 2013, estuvo bien fuerte. Aunque siendo honesta todo empezó desde el 2012 (claro, energéticamente ya todos lo sabíamos, ja). A nivel familiar primero y laboral después tuve situaciones intensas. En octubre de 2012 murió mi abuelo paterno y yo lo acompañé en su transición.

 

Llegué a cuidarlo una tarde, ya cuando sólo era cuestión de esperar a que su cuerpo terminara de luchar y se rindiera ante lo inevitable. Una vez sola con mi abuelo, me acomodé a su lado a leer. Sin darme cuenta de las sincronías perfectas y el espacio que estaba creando para mi abuelo, puse el Requiem de Mozart, que siempre me ha encantado y hoy en día tiene un significado aún más profundo para mí.

Un cambio en el aire

luz de cambioDe pronto, algo cambió. No sé qué haya sido. No sé qué sentí ni cómo lo supe. Pero supe que algo había cambiado. Dejé mi libro y me dirigí a mi abuelo. Sentí que algo estaba pasando con él.

Es super raro y seguramente me dirán que estoy medio loca (y no lo negaré, jaja). En mi memoria, en la imagen mental que tengo de ese momento, estamos mi abuelo acostado en su camilla, yo parada a su izquierda y a los pies de la cama, un ángel muy brillante, blancuzco. Bien podría haber sido un angelito o arcángel Azrael. No lo sé.

Lo que sí sé es que en ese momento empecé a platicar con el abuelo, decirle palabras de amor, de compasión. Le dije mil cosas que hoy ya no recuerdo, pero sí recuerdo la sensación de muchísimo amor que me llenaba e inspiraba la retahila que solté.

No sé cuánto tiempo pasó. Yo le decía que estaba bien irse, que todos estaríamos bien, cuidaríamos de la abuela, que él se relajara, que descansara. Que lo amábamos muchísimo y sabíamos que él nos amaba a nosotros. Le dije que había un amor inmenso esperándolo del otro lado, que iría de vuelta al Hogar. Lo sentía, lo sabía. Le conté que había ángeles con él, acompañándolo y guiándolo en el camino. Yo sabía que habían ido a recogerlo, a darle tranquilidad en su transición.

Termina una vida – Empieza mi otra vida

atardecer - llevando al abuelo almarY así, mientras yo hablaba y hablaba, mi abuelo fue dejando de respirar poco a poco. Se tensaba y relajaba y yo lo acompañaba. Hasta que terminó todo. Su corazón se apagó, mi abuelo se relajó completamente. Y así como supe que algo empezaba a ocurrir, supe que terminó. Al mismo tiempo, sonó la última nota del Requiem. No les miento, me volteé a apagar la música que ni me había dado cuenta de que seguía sonando y pum, acababa de terminar el concierto. Mi abuelo se esperó a que terminara la pieza, o la pieza lo acompañó en su proceso. No sé. Pero fue hermoso.

Cuando le avisé a mi papá y a mi familia, todos me preguntaban si yo estaba bien, que cómo había pasado. Yo me sentía tan tranquila. Tan honrada. Tan amada y llena de amor. Fue un regalo enorme. Mi abuelo me eligió a mí para que lo acompañara en su última respiración. Y fue la primera vez que canalicé ángeles.

Fue bellísimo, fue doloroso, fue fuerte. Fue puro amor. Fue el inicio de la sacudida que me fue regresando a mi centro. Es un proceso paulatino, va poco a poco. No es de la noche a la mañana. Va por partes. Así que aquí cierro la primera :)

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